
Martin Suter. Foto: Joel-hHunn-Diog.
Martin Suter, el maestro del 'bestseller' en alemán, regresa con un misterio ambientado en una lujosa villa de Zúrich
El secreto del éxito del autor suizo no reside tanto en la elaboración de su prosa como en la capacidad para proponer interesantes tramas de buen suspense.
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Martin Suter (Zúrich, 1948) lleva muchos años siendo uno de los grandes bestsellers en lengua alemana. Antiguo publicista y director creativo, sus novelas negras han sido reconocidas y premiadas, e incluso llevadas al cine y a series televisivas.

Melody
Martin Suter
Traducción de Belén Santana. Galaxia Gutenberg, 2025. 296 páginas. 21 €
El secreto de su éxito no reside tanto en la elaboración, cuidado o preciosismo de su prosa como en la capacidad para proponer interesantes tramas, con eficacia narrativa y buen suspense. Los alemanes lo resumen en “gute Unterhaltung” (buen entretenimiento), o “hochwertige Unterhaltung” (entretenimiento de calidad). En ese sentido sus libros son más que logrados, pues juegan y mantienen el buen misterio y hacen que el lector se embarque con gusto en sus intrigas.
La novela, en excelente traducción de Belén Santana, se ambienta en una lujosa villa a las afueras de Zúrich donde un multimillonario, el Dr. Peter Stotz, de ochenta y cuatro años, sabiéndose gravemente enfermo, contrata a un joven abogado necesitado de trabajo, Tom Elmer, para que ordene su ingente masa de documentos y archivos de toda una vida y administre su herencia como albacea.
El joven recibirá una propuesta irrechazable de sueldo a lo largo de un año, con la condición de que se aloje en la mansión y se ocupe a diario de la clasificación del legado de este anciano, antiguo militar, diputado y experto en finanzas, que supo crear una envidiable red de contactos y de influencias a escala mundial a menudo al límite de la legalidad.
Elmer deberá guardar discreción y discernir qué se conserva y qué se tritura y destruye. Pese a la decadencia física y la fragilidad del propietario, su asistente se acostumbrará pronto al lujo y a los cuidados gastronómicos y alcohólicos que proporciona el servicio doméstico formado por Mariella (ama de llaves italiana, experta cocinera) y el mayordomo Roberto, en un mundo donde Suter detalla cada receta italiana, cada obra de arte, modelo de automóvil o de avión, coñac o vino exclusivo, función de ópera, marca de colonia, modisto parisino…
El gran misterio del libro gira en torno a la desaparición en los años ochenta de una hermosa joven librera de origen marroquí que, a falta de tres días para casarse con el todopoderoso Stotz, desaparece sin aviso de su apartamento, ¿secuestro, fuga voluntaria? La casa se vuelve todo un mausoleo dedicado a la lejana prometida, enormes retratos, fotografías en blanco y negro y pequeños objetos que le pertenecieron…
Suter juega y mantiene el buen misterio, y hace que el lector se embarque con gusto en sus intrigas
Pronto comprenderá el recién llegado que su tarea, una vez que ha crecido la confianza y la afinidad con su jefe, es sentarse frente a la chimenea junto a él, gran y memorioso narrador oral, y escuchar día a día los detalles de aquel amor desesperado y de las pistas que se emprendieron a lo largo de los años para tratar de recuperarla o comprender qué había sucedido.
Suter introduce también la posibilidad de una historia de presencias fantasmales en los pasillos y habitaciones de la acomodada villa e incorpora personajes que dan mucho juego en la narración como la sobrina-nieta Laura, la antigua asistente Sra. Favre o el tormentoso escritor frustrado Bruno Schären.
Como su compatriota Max Frisch en Homo Faber, pero sin su gran altura literaria, dirime y esclarece esta trama entre Suiza y una Grecia final excelentemente descrita, donde la narración y la desesperada búsqueda se resuelven.
En los últimos compases comprendemos que esta peripecia de misterio y secretos bien dosificados hasta la última página, apunta también al asunto de cómo los seres humanos, incluso los que parecen poseerlo todo, requieren de la ficción y de las historias para soportar la cruda y plana realidad de la vida. Después de todo, ¿es posible existir sin inventarnos nuestro propio personaje?